Imagina abrir un baúl olvidado en un desván irlandés: dentro crujen hojas llenas de minúscula caligrafía, mapas tachonados de manchas de cera y, entre pañuelos bordados, un pasaporte con sellos franceses, italianos… y hasta un visado de la Rusia zarista. Son las huellas de Martha y Katherine Wilmot, dos hermanas que cambiaron las convenciones victorianas por diligencias polvorientas, tertulias napoleónicas y troikas que se deslizaban bajo auroras boreales.